lunes, 6 de octubre de 2014

R.A. Lafferty: El hombre que hizo al Creador

(Publicado originalmente en el anterior emplazamiento del blog Cuaderno de bitácora del Matilda Briggs, el 2 de agosto de 2011).

¡Qué agradable es, en ocasiones, no visitar la inexacta y equívoca Wikipedia -a veces tan sesgada como el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia- para comprobar datos, fechas y detalles! Al menos, no necesito echar un vistazo a la biografía virtual del señor Raphael Aloysius Lafferty para saber que es uno de los grandes maestros de la literatura contemporánea, y más concretamente, de la literatura asociada al campo de la ciencia ficción.

Creo que la primera vez que me encontré con esa curiosa firma (R.A. Lafferty) fue en el volumen tres de la selección Fantasía, de Bruguera, que era una antología de relatos variopintos aparecidos originalmente en la norteamericana The Magazine of Fantasy and Science Fiction. Por entonces yo debía tener siete u ocho años, y la portada de ese libro ejerció -y sigue ejerciendo- una extraña fascinación sobre mí: Se trata del óleo de 1972 "Triangular Bicicleta", obra de Joan Ponç, un artista del que no he tenido más noticias salvo por la reproducción de sus cuadros en los tres volúmenes bruguerianos de Fantasía.

Fantasía 3 (al igual que los otros dos libritos) pertenecían a mi hermano Daniel: El primero ostentaba en la cubierta a un búho que sólo puedo definir como psicotrónicamente retro ("Mussol", también de Joan Ponç), y el segundo representaba una extraña superposición de caracoles del mismo estilo ("Triangular Cargol", del mismo autor), en una suerte de preñez dentro de una preñez de moluscos. Menciono aquí estas obras porque me fascinan, y seguro que antes o después, alguien me iluminará al respecto del artista responsable y el resto de sus trabajos -seguro que si Juan Perucho viviera, él mismo podría hacerlo-. Para eso está la Red de Redes: para preguntar y obtener respuestas.
La inquietante (siniestra) figura enmascarada que pasea en bicicleta bajo la protección de un paraguas y el rayo que desciende, siempre estarán asociadas, en mi memoria, al señor Lafferty. (De niño, en los días de lluvia, intentaba intuir cuál sería el destino de este personaje misterioso, vestido con frac, su larga barba de chivo... y cuáles serían sus verdaderas intenciones).

Hace ya algunos años que no releo "Las tres sombras del lobo", un cuento relativamente largo que he revisitado una y otra vez, y que considero, quizá por motivos puramente personales, una de las mejores historias de hombres lobo que jamás he leído. No lo he visto rescatado en alguna otra antología, ni en los (escasos) volúmenes compilatorios laffertianos que existen en nuestro país. Pero el señor Lafferty realizó con ese relato un ejercicio ejemplar de pseudo-pastiche, en el sentido de que tomó una estructura sobada y requetesobada -el clásico episodio de Scooby Doo, por ejemplo-, y lo convirtió en un ambiguo vaivén entre lo natural y lo sobrenatural donde el lector no es capaz de posicionarse con claridad... o al menos, con comodidad. Si alguien espera ver cómo un Larry Talbot cualquiera muerde o es mordido por enésima vez, le anticipo que los tiros no van por ahí.

El señor Lafferty empezó a escribir en 1960 y a la edad de sesenta años, nada menos. Y creo que rompió moldes. Lafferty, nacido en Iowa, era especialista en ingeniería electrónica, y como autor, yo diría que era un excelente humorista de la vertiente más negra. Formalmente era, en ocasiones, un fabulador que recordaba remotamente al Stanislaw Lem de Ciberíada (por poner un ejemplo). Pero su indefinible estilo no entendía de limitaciones, de técnicas ortodoxas, o de temas tabú. (Otra vez, quizá, como Lem).


Como suele suceder con los genuinos humoristas, Lafferty tenía uno de sus pies puesto en el campo de la literatura de horror: Estoy seguro de que ningún avispado antólogo de títulos del tipo "Los mejores cuentos de miedo" ha caído en la cuenta de que la obra de R.A. Lafferty encaja perfectamente en el perfil de otros célebres relatistas del género: Historias como "Resoplón" o "Los seis dedos del tiempo" son originales y terroríficas. Y cuando el sentido del humor desemboca en que la esposa del señor Homer es una araña gigante que lo va a devorar, las risas enlatadas de la comedia prefabricada por Lafferty se convierten en escalofríos (ver ese chiste gestaltista titulado "El agujero de la esquina").

Los relatos citados se compilaron originalmente en el año 1970, en el volumen titulado Nine Hundred Grandmothers. En España, la colección Nebulae (de Edhasa) dividió el tomo en dos cómodos libritos (completamente desencuadernados ya), titulados respectivamente Novecientas abuelas y Los seis dedos del tiempo (ambos de 1980).
Por decirlo de un modo sutil, estos dos volúmenes son sencillamente imprescindibles. Recogen relatos publicados durante los años 60 en revistas norteamericanas como If, Worlds of Tomorrow, Galaxy, Future, o la ya citada Fantasy & Science Fiction. También recogen las colaboraciones de Lafferty en las antologías Orbit, y su aportación a la celebérrima y celebradísima Visiones Peligrosas de Harlan Ellison.

Al contrario de lo que sucede con otros autores, resulta muy difícil "pillarle el truco" al señor Lafferty. Sus relatos pueden partir de ideas notoriamente peregrinas o de conceptos definitivamente sublimes: ¿Quiénes son realmente los gitanos?, se pregunta en "La tierra de los grandes caballos"; o bien ¿cuán vulgar puede llegar a ser la inmortalidad?, y nos responde en "Uno cada vez".

Al igual que ilustres predecesores como Jules Verne o Arthur Conan Doyle, Lafferty creó a través del entramado de sus relatos y novelas un universo propio e interconectado, donde los personajes recurrentes volvían una y otra vez para cometer las mayores atrocidades científicas imaginables, revolucionar el universo entero, o sencillamente, cambiar la historia del pasado, del presente y del futuro. Muchos de ellos son científicos y mentes brillantes como la de Diógenes Pontifex, Arpad Arkabaranan, Velifok Vonk y Willy McGilly. Quizás los mayores de ellos sean los que rodean a la mayor de las creaciones del señor Lafferty, pues es el hombre que hizo al Creador: Epíktistes, la máquina ktisteca que todo lo puede... la máquina que puede tomarle el pelo a todo el mundo.

De hecho, Lafferty, publicó la primera autobiografía de una inteligencia artificial en su magistral (pero no obstante complejísima) novela Llegada a Esterwine... Pero como no me quedan palabras, le cedo el testigo al lector para que recorra librerías de viejo y mercadillos en busca de Salomas del espacio, La tercera oportunidad, o cualquier volumen maltrecho donde se pueda entrever el apellido Lafferty.

Es mi recomendación, y en cierto modo, un regalo.

***

Comentarios originales:


Juan dijo

Lafferty es uno de esos autores, como HS Keeler, que parece que solo conocemos cuatro frikis, y que cuando los borgianos descubran se liarán a hostias por conseguir sus libros. Grande entre los grandes. Coincido en que Novecientas abuelas y Los seis dedos del tiempo son tan necesarios como el comer, la mahou y el wifi.

sherlockholmes

sherlockholmes dijo

O más, Juan.
(Oye, ¿tú no estás de vacaciones, pollo?)

Marcelo

Marcelo dijo

Lafferty no está ni el mercado de San Antonio. Coincido con Juan en que llegará el día del descubrimento. Pero no cites la Mahou, que me quedan minutos para beberme una...

rouletabille

rouletabille dijo

Cuando leí a Lafferty por primera vez me quedé impresionado. Sigue siendo uno de mis autores preferiodos y Epíktistes uno de los engendros mecánicos que deberían estar como las obras de este genial autor, en la memoria colectiva. Seguro que algún día se hablará de Lafferty como uno de los más grandes de la ciencia ficción. Ese toque de humor, muchas veces genial y también de tintes escabrosos es sólo uno de los pocos argumentos para leer sus relatos fantásticos de un tirón y pasarlo en grande (que bien lo he pasado releyéndolo una y otra vez, sobre todo historias como Resoplón o ¿Cómo se llama esa ciudad? Muy acertada su recomendacion monsieur.

rouletabille

rouletabille dijo

Cuando leí a Lafferty por primera vez me quedé impresionado. Sigue siendo uno de mis autores preferiodos y Epíktistes uno de los engendros mecánicos que deberían estar como las obras de este genial autor, en la memoria colectiva. Seguro que algún día se hablará de Lafferty como uno de los más grandes de la ciencia ficción. Ese toque de humor, muchas veces genial y también de tintes escabrosos es sólo uno de los pocos argumentos para leer sus relatos fantásticos de un tirón y pasarlo en grande (que bien lo he pasado releyéndolo una y otra vez, sobre todo historias como Resoplón o ¿Cómo se llama esa ciudad? Muy acertada su recomendacion monsieur.

Vivaldo Moore

Vivaldo Moore dijo

Buena idea esa de asociar a Lafferty con Lem. Generalmente, cuando tengo que hablar de él recurro a Robert Sheckley y a Fredric Brown, pero es cierto que el padre de Ijon Tichy podría perfectamente completar el cuarteto.

Alberto

Alberto dijo

Comparto, Mr Moore. Tiene usted toda la razón.

3 comentarios:

  1. Lafferty es un mostro desconocido, pero su humor y su estilo se emparientan mucho con su origen irlandés. Es como si a Flann O'Brien le diese por hacer ciencia ficción.

    Y, efectivamente, Perucho escribió sobre Ponç. En una exposición en Barcelona sobre Perucho, hace unos años, había cuadros suyos.

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    1. O'Brien, claro... Y, señor Rancio, si existe alguna referencia acerca del texto del llorado maestro Perucho acerc de Ponç, yo estaría encantado de conocerla. Muchísimas gracias.

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  2. [Sorry this is in English - I read your article with google translate.]

    Thanks so much for writing this! I love 'Three Shadows of the Wolf' also. So glad to find another fan of it - it is indeed one of the best werewolf stories I've read. I love your comments about Lafferty and horror. It's a subject I've looked at quite a few times on my own Lafferty blog: http://antsofgodarequeerfish.blogspot.co.uk/.

    Thanks again for spreading Lafferty goodness.

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