Matilda et Marie (2006)


(Este es el post original y primigenio que se inauguró el Cuaderno de bitácora del Matilda Briggs. Se publicó el 27 de febrero de 2006 y ya no se puede consultar en su ubicación original. Lo reproduzco aquí, por pura nostalgia, y para entender de qué va este blog. Desde entonces, he escrito un par de cosas más, y de cierta extensión, sobre Matilda Briggs y sobre Mary Celeste...)

Matilda Briggs no es el nombre de una mujer joven, Watson. Es un barco que está relacionado con la rata gigante de Sumatra, un caso para el que el mundo aún no está preparado”. Sherlock Holmes
Avistamiento de la goleta Mary Celeste por marinos del Dei Gratia.

Ha sido la lectura de cierto diario privado que, curiosamente, se publicó fragmentariamente durante los años cuarenta, lo que me ha impulsado a sacar a la luz esta especie de dietario. En realidad, empecé a escribirlo en noviembre de 2004, a modo de cuaderno de notas donde incluir comentarios, ideas y, por qué no, algunos hallazgos relacionados con la Mitología (o bien Mitografía) Creativa: en la mayor parte de los casos, son sencillamente puntos de partida para una investigación más extensa. El lector está invitado, por supuesto, no sólo a tomar parte en estos trabajos, sino también a dar a conocer -y proponer- sus propias iniciativas. Quiero pensar que, hoy día, el interés por la Mitología Creativa es un síntoma de salud mental. Una parte de los textos del difunto Christopher Morley, bien conocido sherlockiano y BSI (Irregular de Baker Street), publicados durante cierto tiempo bajo el epígrafe Clinical Notes by a Resident Patient, cayeron en mis manos hace unos meses, primero, en los cuatro números del volumen II del Baker Street Journal (Serie Original, 1947), y después he hallado otro texto de la serie en el volumen antológico, realizado por Edgar W. Smith, Profile by Gaslight: An Irregular Reader About the Private Life of Sherlock Holmes (1944). El señor Morley incluía en sus Notas Clínicas (tristemente desconocidas en nuestro país) deliciosas reflexiones sherlockianas, acompañadas por ocasionales fragmentos de cartas dirigidas por su buen amigo, el antiguo inspector Stanley Hopkins, de quien Holmes esperaba mucho: Hopkins, a pesar de su juventud en aquella época, superaba con creces a los viejos sabuesos del Yard como Lestrade, Gregson, o Athelney Jones. El presente cuaderno de bitácora, destinado a menesteres ociosos, y por tanto, de interés público, pertenece a un barco que nunca existió como tal, salvo en la mente de John H. Watson. Por lo tanto, su capitán también es ficticio. El Matilda Briggs nunca existió, repito. O al menos, nunca hubo un barco con ese nombre, implicado en el caso de la rata gigante de Sumatra. En contra de lo que Holmes declaró tras leer la carta de esa curiosa firma de abogados, Morrison, Morrison & Dodd, “Matilda Briggs” sí era el nombre de una mujer, tal y como Watson, ese genuino caballero victoriano con debilidad por el sexo opuesto, había presumido. Era la hija del capitán Briggs, responsable de la celebérrima goleta Mary Celeste (llamada erróneamente Marie Celeste por autores de la talla de Conan Doyle y Charles Fort, suponemos que por culpa de la prensa de la época), un barco que protagonizó uno de los misterios marítimos más discutidos del siglo XIX. “El 5 de diciembre de 1872, entre las Azores y Lisboa, la tripulación del británico Dei Gratia avistó un velero, que resultó ser el bergantín americano Mary Celeste” (estoy traduciendo y citando textualmente en Charles Fort en Lo!, pero corrigiendo la errata de Marie). La última entrada de su bitácora, fechada el 25 de noviembre, no indicaba ningún problema. No se halló signo alguno de motín ni de temporal. Catorce personas, con tiempo calmo y en circunstancias que no indicaban la existencia de violencia, desaparecieron, y nunca se averiguó absolutamente nada. A lo largo de cincuenta años, aparecieron diversos farsantes que aseguraban haber estado a bordo del Mary Celeste. Arthur Conan Doyle, amanuense y consejero literario del doctor Watson, desarrolló su propia teoría en un relato titulado La declaración de John Habakuk Jephson -cosa que al investigador holmesiano debería darle en qué pensar-. Philip José Farmer, autor que acuñó el término “Mitología Creativa”, explicó en su retorcida versión de La vuelta al mundo en ochenta días (un diario sonoro del señor Phileas Fogg, esq.), a la que bautizó con el ripioso título de The Other Log of Phileas Fogg, explicó que dos facciones de extraterrestres se enfrentaron, a través de sus agentes terrícolas (el mismo Fogg y un supuesto Capitán Nemo, esto es, en realidad el profesor James Moriarty), en la cubierta del Mary Celeste. El mismo Farmer, en cierta novela especulativa y en verdad maravillosa, titulada Time´s Last Gift (cuyas iniciales hacen referencia a su verdadero protagonista, Tarzán Lord Greystoke), aseguró que el mismísimo John Clayton, ese noble inglés criado en las selvas africanas por un pueblo de homínidos conocidos como los “mangani”, estuvo a bordo del Mary Celeste. Con todos estos antecedentes, que son más, no es de extrañar que Sherlock Holmes y los verdaderos responsables de Morrison, Morrison & Dodd (¿miembros del Diogenes Club, acaso?) decidieron rebautizar al navío que estaba íntimamente relacionado con la rata gigante de Sumatra, y precisamente con un nombre tan evocador para el pseudónimo de un barco como es el de la hija del capitán del Mary Celeste: Matilda Briggs.
Sumatra en 1604, con los monstruos que se pensaba -y se piensa- que habitaban allá.

(Un insignificante detalle: en realidad, sí existió un barco llamado Matilda Briggs, propiedad de la Oriental Trading Company, empresa de nombre muy sugerente -pensemos en Sumatra- y en un año también bastante sugerente, 1873 -poco después del misterio del Mary Celeste-. Así lo confirmó, precisamente, nuestro querido señor Christopher Morley en sus Clinical Notes aparecidas en Profile by Gaslight, donde explicó que Edgar W. Smith, editor del Baker Street Journal, había recibido una carta de Jephro Rucastle -nombre sherlockiano del teniente coronel Richard W. Clarke, de U.S. Naval Reserve Midshipmen´s School de Chicago-, donde contaba a Smith que, en efecto, había establecido la existencia de algunos barcos mencionados en el Canon, como el americano Lone Star, un vapor registrado en Holanda y llamado Friesland… y por supuesto, el Matilda Briggs).

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